La oportunidad de conocer más de nuestros entrevistados es invalorable. En esta ocasión, el Doctor Ricardo Noboa Bejarano nos recibió en su oficina y compartió sus vivencias. Tuvo una participación estudiantil bri- llante así como una trayectoria profesio- nal destacada en los ámbitos público y privado. Su presencia por más de treinta años en la cátedra universitaria confirma su gran vocación por el derecho. Líder político y editorialista de reco- nocidos medios de comunicación. Su sensibilidad afloró al mencionar el libro dedicado a su madre, titulado: “más valiosa que las perlas”.
Eugenia Silva G.
Orgulloso de sus antepasados, sus familiares participaron en la dirección del país, ¿cómo fue su niñez?, cuéntenos de sus padres don Luis Noboa de Icaza y señora Laura Estela Bejarano y de sus hermanos, ¿en qué barrio de Guayaquil vivió?
Nací y crecí en el Barrio del Asti- llero. Viví en la misma casa con mis padres desde que nací en 1952 hasta que me casé en 1.979. Éramos (y felizmente somos todavía) 9 hermanos en una casa llena de alegría donde se escuchaba música desde la mañana hasta la noche. Papá trabajaba en la Lotería de Guayaquil y mamá se ocupaba del “ejército”, al que dirigía con energía, amor y paciencia. Papá dedicaba buena parte de su tiempo al voluntariado en la Cruz Roja del Guayas, en Solca, en el Cuerpo de Bomberos y en otras instituciones emblemáticas de la ciudad. Fue varias veces Concejal de Guayaquil, pero cuando en 1.960 se le propuso la Vicepresidencia de la República en binomio con el doctor Gonzalo Cordero, mamá se opuso radicalmente. La participación activa en la política le vino a la familia después, con Gustavo y conmigo. La niñez la pasé repartida entre el fútbol, los libros y aprendiendo a querer a Barcelona. Es decir, una niñez maravillosa.
Estudió en el Colegio Salesiano Cristóbal Colón, ¿cómo fue su vida estudiantil?
Papá y mamá eran salesianos. Por tanto estudiamos todos en el Cristóbal. Desde que entró al colegio mi hermano Fernando, el mayor, hasta que me gradué yo en 1.971, siempre hubo un Noboa Bejarano en el Colegio. Fueron más de 25 años de “lealtad salesiana”. El “Cristóbal” era un colegio “ecuménico”. Si bien se ubicaba en el Barrio del Centenario, que era de élite, en él estudiaba la juventud de toda la ciudad y de diferente situación económica. El ambiente era magnifico. Llegué a ser abanderado del Colegio y mejor bachiller en la promoción de enero del 71. De “nerd” nada, pero se combinaba bien el estudio, los deportes y las fiestas. Con equilibrio todo es posible.
¿Cómo se decidió a estudiar Derecho en la Universidad Católica de Guayaquil, alguien influyó en ello?
Yo sentí que debía ser abogado desde que veía a Perry Mason en la televisión. Nunca se me ocurrió estudiar otra cosa. Y solo había dos lugares para estudiar Derecho el 71: la politizada y decadente Universidad de Guayaquil de aquellos años o la relativamente nueva y de reciente prestigio la Católica de Guayaquil. La elección era obvia. Estudiar en el extranjero no estaba ni en los planes ni en el presupuesto.
Fue un estudiante distinguido todos los años, ¿qué es lo que más añora de esos días en la Facultad de Jurisprudencia?
Los buenos profesores y los buenos amigos. Los Romero Parducci, José Reig, Durán Díaz, Feraud Blum, Galo García, Gustavo Noboa, Nicolás Parducci, Santiago Castillo, Gil Barragán, fueron maestros inolvidables que dejaron profunda huella en todos nosotros. Y la promoción de la Católica que se graduó en 1.977 fue, en su momento, muy unida. Estudiábamos en grupo y lo hacíamos de verdad. Había que rendir exámenes orales, los primeros años, ante profesores como los nombrados. Y esos tribunales eran “bravos”.
¿Cuándo inicia su vida profesional?
En 1977 cuando me gradué. Pero mis prácticas mucho antes. En el Estudio Romero Menéndez, con el Dr. Emilio Romero Parducci en 1.972 y luego en el Estudio Jurídico Amador, con el Ab. Esteban Amador Rendón.