Reflexiones – Bolívar Lema Quinga
La crisis mundial que sufre la humanidad en los actuales momentos, en el ámbito de la salud, como consecuencia de la presencia del COVID 19, catalogada por la Organización Mundial de la Salud, como una pandemia, sus efectos devastadores
alcanzan todos los aspectos de la estructura y superestructura social; revela el colapso de los sistemas públicos de salud y la crisis del mercado; marcando las grandes diferencias entre la población con mayores y menores ingresos económicos; es decir, entre pobres y ricos.
El Derecho no es la excepción, porque al ser un componente de la superestructura social, debe recoger y reflejar en la realidad las necesidades sociales, de una población mundial en plena crisis, en donde el instinto de sobrevivencia, se antepone a cualquier interés personal, porque se convierte en elemento de política pública, que deberá cubrir varios aspectos, incluyendo la incursión en determinados derechos individuales, para proteger a todos, porque el “yo”, debe ceder espacio real, al interés colectivo, en donde el “otro”, juega un papel preponderante y que obligará a limitar la autonomía de las personas, permitiendo hacer aquello que no causa problema o perjuicio al otro.
El ritmo de vida de las personas, jamás será el mismo que teníamos antes de la presencia del virus coronavirus, que apareció a finales del año 2019 en Wuhan (China), convirtiéndose en una amenaza latente para la salud y vida del ser humano, que se
expande vertiginosamente, sin conocer los resultados finales, por el colapso del sistema de salud pública; por ello, deberá ser tomado en cuenta como componente de política pública a futuro.
Se observa las diferencias económicas entre los estratos sociales, porque somete a prueba de humanización el sistema jurídico y de mercado, para superar una crisis que nadie sospechaba, alcanzaría los niveles de una pandemia, que generaría millones de pérdidas de plazas de trabajo, afectación de la producción; sin escapar que la informalidad del trabajo, predomina en América Latina o en países no desarrollados, que ante la necesidad de alimentación, por la exigua economía de los trabajadores, no les permite ahorrar para crisis como la que estamos pasando, se ven obligados a salir a las calles en
procura del pan, que les permite sobrevivir, porque fueron devorados por el buitre que es dueño del capital y de los medios de producción, que hoy frente a una pandemia, debe renunciar a su codicia por el dinero, aceptando que el derecho, ya no es instrumento de opresión y explotación del rico, sino de justicia distributiva, pero en función de la calidad de ser humano, no de estereotipo, porque el beneficio de uno, debe ser también beneficio del otro.
Estos cambios, que deberán recibir los sistemas jurídicos en el mundo, sin margen a duda, se darán aplicando la trilogía de sobrevivencia humana, que alcanza a todos, que deben entender los empresarios y capitalistas, se integra por la bioética, la biojurídica, la biopolítica, que se resumen, en definitiva, en la verdadera humanización del derecho, en donde los derechos humanos juegan un rol superlativo, en ese cambio imperioso; caso contrario, estamos predestinados al fracaso y auto destrucción de la especie humana.
Un virus cambió radicalmente el rumbo, ritmo y estilo de vida de todos en el mundo; la estructura y superestructura social, se encuentra amenazada por un enemigo imperceptible, que afectó tanto al pobre y rico, sin distinción de naturaleza alguna; de nada sirvió haber llegado más allá de la luna, tener armas de destrucción nuclear masivas, porque a todos puso a correr el COVID19. En ese escape del enemigo, las viviendas, casas grandes o pequeñas, todas dejaron de ser el orgullo hasta febril, para convertirse en los refugios ideales, en procura de salvar sus vidas los seres humanos, aun cuando a varios de ellos les sorprendió la muerte en la misma vivienda.
Es cuando resulta imperioso regresar a ver el origen de todas las cosas, en el universo social que nos circunda ya sin límites y, que debemos vivir; sujetos a nuevos hábitos, impuestos quiera o no, por la fuerza de la pandemia, para sobrevivir uno con dependencia del otro, porque el contagio al ser viral sin discrimen instituyó, un nexo casi de orden biológico, en procura de salvar vidas sin importar ideales políticos y hasta religiosos.
El hombre, depredador de la naturaleza y primer enemigo de los suyos, no mira y al parecer no mirará, los resultados de sus imprudencias y hasta ensayos con la naturaleza que, de distinta manera, aun cuando resulte hasta cruel afirmar, cobra con creses los desafíos y arrebatos del hombre.
En esa mirada retrospectiva, que nos lleva a meditar sobre, aquello que hemos realizado o dejado de hacer, como seres humanos, con el raciocinio que se dice gozamos, aunque siempre proclives a equivocarnos, por el afán de querer sentirnos semidioses; y, dominar el mundo material, aunque el espiritual no alcancemos ni a las dimensiones de una ameba.
El derecho ha sido creado por el hombre, para mejorar su forma de vida y la convivencia en sociedad, porque es una respuesta a su instinto de conservación y de socialización, para lo cual requiere de elementos adecuados que permitan alcanzar dicho fin.
Pero, ese elemento importante de la superestructura social, fue distorsionado y, puesto a servicio y hasta el capricho de quienes, aun sin contar con capacidad intelectual, tienen el poder del dinero y con ello se han encaramado en la esfera del poder político, contaminando el entorno social y socavando las bases de las instituciones estatales, para succionar todos los beneficios que el poder genera, sin importar el aumento de pobreza y la brecha social que va creciendo entre los grupos sociales denominados: pobres y ricos.
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