Ernesto Albán Gómez – NJ147
Bartolomé de las Casas (1484-1566) fue uno de los encomenderos que escuchó los sermones que, en diciembre de 1512, pronunciara fray Antonio de Montesinos en la ciudad de Santo Domingo. Como recordábamos en un artículo anterior, esta fue la primera denuncia de los abusos cometidos por los españoles con los indígenas americanos.
Las Casas había llegado muy joven a la isla La Española para tomar a su cargo los negocios de su padre. Por su participación en los combates contra los indios, recibió una primera encomienda (asignación de indígenas) y posteriormente una segunda. Se ordenó de sacerdote (ingresó más tarde a la orden dominicana). En 1514 experimenta una transformación radical. Probablemente el impacto de los sermones de Montesinos y su propia experiencia en los recorridos por la isla, en los que conoció de primera mano los casos de explotación y violencia y hasta de exterminios de la población nativa, y en los que trató personalmente con los aborígenes, le llevó a renunciar a sus encomiendas y a dedicarse a encontrar una solución para frenar lo que estaba sucediendo.
Su actividad es extraordinaria. Recorre La Española, Cuba, Puerto Rico, Jamaica; llega al continente, está en México, Nicaragua, Guatemala. Le nombran obispo de Chiapas, pero renuncia a los pocos años. En todos los lugares se informa minuciosamente de lo que ha ocurrido. Viaja a España varias veces, se entrevista con el rey Fernando, y cuando éste fallece, con el regente cardenal Cisneros, y años después con el nuevo rey Carlos I.
En su propio relato cuenta que le dijo lo siguiente: “Muy alto y muy poderoso rey y señor: yo soy de los más antiguos que a las Indias pasaron y ha muchos años que estoy allá, en los cuales ha visto por mis ojos, no leído en historias que pudieran ser mentirosas, sino palpado, porque así lo diga, por mis manos, cometer en aquellas gentes mansas y pacíficas las mayores crueldades y más inhumanas que jamás nunca en generaciones por hombres crueles ni bárbaros irracionales se cometieron, y éstas sin ninguna causa ni razón, sino solamente por la codicia, sed y hambre de oro insaciable de los nuestros”.
Tiene una importante participación en el debate que concluyó con la expedición de las Leyes Nuevas de Indias, expedidas por el rey Carlos el 20 de noviembre de 1542. En ellas se prohibía la esclavitud de los indios, se liberaba a los que estaban en encomiendas y se los ponía bajo la protección directa de la corona.
Las Casas escribió abundantemente, pero su obra más representativa, que puede considerarse como el primer informe sobre derechos humanos, es la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” (1552).
“En estas ovejas mansas, y de las calidades susodichas por su Hacedor y Criador así dotadas, entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como lobos y tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte, hasta hoy, y hoy en este día lo hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas y varias y nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad”. Luego narra con lujo de detalles, lo ocurrido en las diversas colonias: en las grandes Antillas, en Tierra Firme, en Nueva España (México), en la Florida, en Venezuela, en el Perú, en Nueva Granada (Colombia), en el Río de la Plata.
(Entre paréntesis, anoto que la fuente que utilizó Las Casas para referirse a lo ocurrido en la provincia de Quito, incluida la ejecución de “Atabaliba”, fue el relato de Marcos de Niza, fraile franciscano, cuyos escritos, ahora desaparecidos, le sirvieron al jesuita Juan de Velasco, para sustentar su polémica historia del Reino de Quito).
Bartolomé de las Casas fue distinguido, ya en 1516, con el título de Protector Universal de los Indios.
Encuentre el artículo completo aquí –> NJ147