Ramiro Díez y el ajedrez – NJ147
“Hay ciudades con nombres conmovedores. Filadelfia, por ejemplo, quiere decir “Ciudad del Amor Fraternal”. El nombre fue sugerido por un cuáquero pacifista que predicaba el respeto entre las religiones, y consideraba que el valor fundamental del ser humano era la tolerancia.”
Esto de la tolerancia llegó tan lejos, que los ciudadanos terminaron por tolerar a funcionarios incapaces de ver un poquitito hacia el futuro. Un caso concreto fue el de los encargados de solucionar los problemas de la basura en esa ciudad. Los planificadores, en principio, decidieron incinerarla, pero no previeron dónde colocar las miles de toneladas de ceniza que se iban a originar.
La ciudad contrató un barco, el Khian Sea, allí cargó las 14 mil toneladas de basuras y buscó un lugar en alguna parte del Caribe. Y empezó a recorrer mares color azul y esmeralda y playas de arenas blancas con cocoteros y brisas frescas, para descargar su regalo. En cada lugar al que se acercaba, con permiso del respectivo puerto, decía que era un regalo de la ciudad de Filadelfia de 14.000 toneladas de “fertilizante”, que, por alguna extraña razón, los dueños no querían en su territorio.
Por eso, en tan generosa oferta algo olía mal, tanto literal como metafóricamente. Advertidos por Greenpeace sobre el peligro de la carga, los gobiernos de Bahamas, Bermudas, República Dominicana, Honduras, Guinea-Bissau y las Antillas Holandesas, rechazaron el regalo.
Pero al final los mensajeros del terror tuvieron suerte. Llegaron a un lugar olvidado, donde el hambre, la muerte y desesperanza se dan la mano: A Gonaïves, ciudad costera haitiana. Allí se acepta cualquier regalo, inclusive el veneno. Por eso las autoridades aprobaron que se descargaran sobre sus playas blancas los millares de toneladas tóxicas bajo el rótulo de “fertilizante.”
Cuando el gobierno local fue puesto en alerta por Greenpeace, ordenó la suspensión de aquel acto terrorista. Pero fue un poco tarde. El barco alcanzó a descargar 4 mil toneladas que terminaron por mezclarse con el aire, el agua y la arena, ahora negra.
Aquella pandilla emprendió el viaje con 10.000 toneladas a bordo, y cambió el nombre del barco: lo llamó “Pelícano”, y luego “Felicidad.” Y en ese recorrido pagado por el gobierno de Filadelfia, llegó un día a Singapur, ¡oh, misterio y alegría! con los contenedores vacíos.
El mundo está lleno de sustancias innombrables. Y el cerebro de quienes toman las grandes decisiones en contra de todo el mundo, también.
También, en ajedrez, los regalos siempre vienen envenenados.